miércoles, 3 de noviembre de 2010

Ruido de moscas

Se oyen las moscas. Siempre dos. A veces tres. Da miedo. El sonido es más grave de lo normal. Metálico.
Mañana de niebla. Por la calle de atrás. Todo muros, pero llega a la puerta. Dentro, la hierba y matas abandonadas y húmedas de un verde gris por la niebla. Cruza el jardín hasta la puerta de madera corroída. Se abre con una llave antigua. Todo está oxidado, no hace falta decirlo. Todo cruje y chirría. Y esos ruidos que parecen de enormes moscas verdes de metal.
Dentro de la casa se oyen más fuerte. Dentro la luz es gris. Los muebles y los cuadros parecen grises. La siguiente puerta parece gris y da a un pasillo oscuro. Menos luz. Más ruido. El suelo está encharcado. Camina intentando no hacer ruido hasta las escaleras.
El ruido viene de arriba. Y el miedo. La barandilla está helada, los escalones cada vez se ven menos. Sube despacio. Intentando amortiguar el ruido de cada paso.
El último escalón y se ve una puerta acristalada. Se ve luz y siluetas. ¡De ahí viene el ruido! Y ahora el ruido es muy fuerte. Como moscas grandes como un coche que se frotan los ojos con las patas. Todo vibra y zumba demasiado fuerte y grave. Demasiado metálico y oxidado. El ruido se mete en los oídos y nota la sangre. Pincha dentro de la cabeza. Se nota en los dientes.
Pone la mano en el picaporte, pero en la otra lleva un cuchillo por el miedo. El ruido crece y grita. Abre la puerta y ahí está el ruido de moscas y las caras. Se corta carne y se ven cosas. Se ven ojos. Se oyen cortes de huesos. Pero sin ruido.

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